Niñez Misak y Pastos, guardiana de la cocina y la cosecha ancestral

2025-08-04
Niñez Misak y Pastos, guardiana de la cocina y la cosecha ancestral

Hablar del territorio es hablar de historias de vida, de saberes, de una herencia cultural que pasa de generación en generación, resistiendo ante la vida moderna y la transformación de las prácticas alimentarias, en un mundo cada vez más industrializado y con hábitos menos saludables para los más jóvenes.

Beninda Tumiña Calambas, del resguardo de Guambia del pueblo Misak, ha estado involucrada de lleno en la iniciativa “Cocineritos y Cocineritas Ancestrales", la cual surge como resultado del proceso de co-creación entre la comunidad, los resguardos, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y la Universidad del Cauca (Unicauca).

La representante del Jardín Botánico Las Delicias, ubicado en Silvia (Cauca), a casi dos horas de Popayán, explica que se realizó un trabajo pedagógico y educativo con decenas de niños del resguardo para aprender sobre alimentos que siempre han estado en el territorio, pero que han perdido fuerza ante monocultivos como el de arroz.

“Los niños han hecho empanadas y secos de quinua, como una alternativa a sopas de arroz o pasta, dando prioridad a preparaciones como las sopas con maíz quemado, que en la comunidad llamamos quendú. También rescatamos las habas, un alimento con el que personalmente no había trabajado, pero un día llegó un niño con la historia de que su abuela preparaba café de habas en las mingas, y resultó ser una de las recetas más innovadoras y ricas", indica la líder Misak.

También se refiere con emoción y felicidad al impacto que ya tiene este tipo de proyectos en su comunidad, los cuales se han trabajado con la Institución Educativa Las Delicias y la Institución Educativa del territorio Nuyabal.

“Desde la iniciativa de cocineritos y cocineritas se ha hecho un diálogo con las autoridades de la comunidad, y el trabajo ha gustado mucho, por ello, como Jardín Botánico, hemos querido implementarlo para que se continúe en estas y más instituciones educativas para promover nuevas recetas con los alimentos nativos y locales, y también hacer turismo comunitario para darle vida al territorio", anota.

Añade que, “los niños traían cuentos sobre los alimentos y las recetas, y también se han hecho títeres para recrear el conocimiento de la cocina, aprendiendo, cortando, escribiendo, pero sobre todo recuperando aquellos saberes ancestrales de sus abuelas y abuelos".

Por su parte la profesora Teresa Mosquera, directora de Investigación y Extensión de la UNAL, líder del proyecto “Territorio, Comida y Vida", financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IRDC) de Canadá, enfatiza en que ya no hay vuelta atrás para este tipo de proyectos, lo que quiere decir que las comunidades están interesadas en seguir trabajando y devolviendo a la vida sus alimentos, tradiciones y saberes, tan importantes para la soberanía alimentaria de los territorios en que viven, y para la economía y cultura de sus comunidades.

“Tenemos que seguir haciendo co-construcción, viendo qué necesita la gente, sus sentires y pensares, pues allí hay un cambio significativo, porque en la academia venimos con formas de ver el mundo tal como nos lo enseñaron, pero eso no es así. Por ello es importante tener una relación de pares, de comprender que cada integrante de las comunidades tiene mucho que aportarnos y que implica una gran transformación para la vida", indica la académica.

Las chagras también se cuidan

Por otro lado, además de la iniciativa “Cocineritos y Cocineritas Ancestrales" —que nació con comunidades indígenas de Nariño—, el trabajo del proyecto “Territorio, Comida y Vida" también se ha movilizado con el pueblo de los Pastos promoviendo en los más jóvenes la necesidad de ver en las chagras un sustento para sus familias y un saber que no se puede perder en sus casas y territorios.

Una experiencia para destacar es la de Dayana Taimal, del Resguardo de Cumbal del pueblo originario de los pastos; ella relata que entró al proyecto como beneficiaria junto a su hija, y luego poco a poco se integró a la parte técnica para trabajar con los más pequeños de la comunidad, ubicada a unos 24 km en carro de Ipiales.

“Se construyó una metodología sentipensada desde el territorio en torno a las chagras, con las 7 fases de cómo cultivarlas, que van desde pedirle permiso a la madre tierra hasta compartir los alimentos en el fogón", indica.

Añade que, “en cada sesión se trabajaron actividades pedagógicas con materiales como la arcilla para que aprendan cómo se siente y trabaja la tierra, así como las siembras con materiales reciclables como cubetas de huevos para hacer una minichagra. También una bitácora y herbario con las diferentes plantas medicinales, en donde cada niño llevó para compartir con sus compañeros una planta y sus saberes, los cuales habían trabajado con sus papás, abuelos y sabedores".

A su vez, y como una muestra de que el proyecto ha tenido impacto en la vida de varias familias, Marisol Alpala, del Resguardo Indígena de Cumbal, del proceso biofábricas familiares, expresa que las plantas medicinales y sagradas con las que ha compartido son la ruda, el guanto, tubérculos como la papa, la oca, y hortalizas.

“Todo lo cultivamos con abonos orgánicos que nosotros mismos elaboramos en compañía de nuestros esposos e hijos. Así trabajamos en equipo, aprendiendo en las chagras sobre medicina en el herbario y en el proyecto de 'Territorio, Comida y Vida'", asegura la integrante del pueblo Pastos.

El problema principal es la pérdida de los espacios como el fogón, la chagra, la minga como forma de trabajo y tejido, de ahí la necesidad de buscar estas alternativas para calmar el problema, trabajando con los guardianes del territorio, que son los niños, niñas, jóvenes y adolescentes de las comunidades.

Esta iniciativa ya ha beneficiado a 18 familias de la comunidad en el Resguardo de Cumbal, que viven a alrededor de 1 hora del Ipiales, y 20 o 30 minutos en moto o carro desde el pueblo hacia la parte rural.

El proyecto “Territorio, Comida y Vida", trabajado entre las comunidades, los resguardos y las universidades, no finaliza aquí con la entrega de resultados, sino que se fortalece y se convierte en un estandarte de la protección de los saberes ancestrales de las comunidades indígenas de Cauca y Nariño, en una búsqueda por que los territorios puedan vivir sanos y potenciar su cultura, economía y sus conocimientos.

​Fuente: Agencia UNAL​